Displasia de Cadera

La displasia de cadera en bebés recién nacidos consiste en un desplazamiento hacia fuera de la cabeza del fémur y se produce cuando la cabeza del hueso del fémur y la cavidad de la pelvis donde éste se aloja, no encajan de una manera correcta.

En algunos casos, los más graves, el hueso se coloca fuera de su posición natural de forma permanente (cadera luxada).  La corrección o el tratamiento de la displasia de cadera es más efectivo cuando se detecta de forma precoz.

El término displasia de desarrollo de la cadera (DDH) engloba alteraciones en la forma de cabeza del fémur, del acetábulo (donde encaja en la pelvis) o de ambos que pueden provocar problemas de desarrollo y estabilidad de la articulación, ya desde el periodo intraútero hasta el período neonatal que van desde la subluxación hasta la luxación de la cadera.

El término «cadera luxada» significa pérdida de relación entre la cabeza femoral y el acetábulo y puede tratarse de una luxación reducible por manipulación o de una luxación irreducible. El término «cadera luxable» significa una correcta relación entre la cabeza femoral y el acetábulo que puede perderse por manipulación externa.

Anteriormente se utilizaba el término “luxación congénita de cadera” pero se ha sustituido por el de displasia ya que no todas las caderas se encuentran luxadas al nacimiento ni todas evolucionan hasta la luxación.

Corregir esta malformación congénita es sencillo sobre todo cuando se detecta de manera precoz después del nacimiento del bebé. Los tratamientos varían en función de la gravedad del caso y de la edad del niño.

Displasia leve. Para mantener el fémur dentro la cavidad del hueso de la cadera se suele poner un doble pañal cruzado al bebé para que mantenga las piernas abiertas, cuando la displasia es leve. También se recomienda un tratamiento postural como, por ejemplo, llevar al bebé a horcajadas y que duerma boca arriba con las piernas abiertas para intentar que el hueso vuelva a colocarse naturalmente en su sitio.

Displasia media o grave. Si la displasia es media o grave, se suelen utilizar prótesis blandas o rígidas u otros tratamientos como el arnés de Pavlik, que consiste en unas correas que mantienen las caderas en flexión de cien grados para reducir la luxación. Antes de los seis meses, no es necesario que se traten ortopédicamente todos los casos. Los recién nacidos pueden recuperarse con maniobras positivas. Si los tratamientos ortopédicos no corrigen la luxación, la cirugía puede ser la última solución.

El diagnóstico precoz es fundamental para comenzar con el tratamiento antes de que el bebé comience a gatear y a ponerse de pie. Si no se trata la displasia de cadera antes de que el niño empiece a caminar, puede dar lugar a problemas más graves como una cojera irreversible, lesiones en los huesos, asimetría de las piernas o artrosis precoz de cadera.

En algunos casos, hasta que el niño empieza a andar no se detectan síntomas de la displasia de cadera a pesar de haber dado negativo en las revisiones pediátricas. Un retraso en el inicio de la marcha, cojera al andar o una forma de caminar inestable (más inestable de lo normal en un bebé que empieza a andar) puede indicar una dislocación.


El objetivo del tratamiento de la luxación congénita de cadera es obtener una cadera reducida sin deformidades residuales así como evitar las complicaciones y las secuelas.

Algunos niños presentan sólo una inestabilidad de la cadera durante las primeras semanas de vida y en muchos de ellos la inestabilidad desaparece de forma espontánea. La conducta a seguir ante estos pacientes varía de un médico a otro: mientras unos consideran sólo la observación y los controles ecográficos, otros prefieren el tratamiento con férulas de abducción (Paulik o Tubingen) de todos los niños con inestabilidad de cadera.

Todos los niños que presentan una inestabilidad de cadera más allá de las seis primeras semanas de vida o una luxación completa, han de ser tratados. En una primera fase, para reducir la cadera, el tratamiento consiste en la colocación de una férula de abducción (Paulik o Tubingen), que mantiene las piernas abiertas y, por lo tanto, las caderas estarán reducidas. Si la ecografía o radiografía de control muestra una correcta reducción, éste será el tratamiento definitivo. La duración del tratamiento suele ser de unos tres meses.

Si después de una semana (algunos autores prefieren ampliar el margen a tres semanas) de tratamiento con férulas de abducción, la cadera no está colocada en su sitio (se mantiene luxada), el arnés no será efectivo y tendremos que plantear una nueva estrategia terapéutica: tracción, reducción bajo anestesia general e inmovilización con un yeso pelvipédico.

Finalmente, en los niños mayores de 18 meses, en los que no hemos conseguido una reducción con los tratamientos previos o en los niños afectos de luxación congénita de cadera teratológica (cadera luxada antes de nacer) estará justificado un tratamiento quirúrgico: reducción abierta de la cadera.

En ocasiones, la luxación del cadera se produce en el contexto de un síndrome polimalformativo, en estos casos (luxación teratológica) el tratamiento suele ser más difícil y el pronóstico es peor.

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