La rotura del tendón de Aquiles es una lesión que afecta la parte trasera de la pantorrilla. Ocurre principalmente en las personas que practican deportes recreativos, pero puede sucederle a cualquiera.
El tendón de Aquiles es un fuerte cordón fibroso que conecta los músculos de la parte trasera de la pantorrilla con el hueso del talón. Si estiras excesivamente el tendón de Aquiles, puede desgarrarse (romperse) total o parcialmente.
Si el tendón de Aquiles se desgarra, es posible que oigas un chasquido, seguido inmediatamente de un dolor agudo en la parte trasera del tobillo y la pantorrilla, que probablemente afecte tu capacidad de caminar correctamente. Con frecuencia, se realiza cirugía para reparar la rotura. Sin embargo, para la mayoría de las personas, el tratamiento no quirúrgico también funciona.
Si bien es posible no presentar signos o síntomas con la rotura del tendón de Aquiles, la mayoría de las personas tiene lo siguiente:
El tendón de Aquiles te ayuda a apuntar el pie hacia abajo, a levantar los dedos del pie y a empujar el pie hacia adelante al caminar. Lo usas prácticamente cada vez que caminas y mueves el pie.
Por lo general, la rotura ocurre en la parte del tendón ubicada a 2 1/2 pulgadas (alrededor de 6 cm) del punto en el que se une al hueso del talón. Esta parte puede tender a romperse si recibe poco flujo de sangre, lo que también puede afectar su capacidad de sanar.
Generalmente, las roturas se producen por un aumento repentino de la presión ejercida sobre el tendón de Aquiles. Los ejemplos más frecuentes son:
Los factores que pueden aumentar el riesgo de rotura del tendón de Aquiles son:
Para reducir el riesgo de padecer problemas en el tendón de Aquiles, sigue estas sugerencias:
Durante la exploración física, el médico te inspeccionará la parte inferior de la pierna para ver si tienes sensibilidad e hinchazón. Es posible que el médico sienta un espacio en el tendón si está completamente roto.
El médico podría pedirte que te arrodilles en una silla o que te recuestes boca abajo con los pies colgando de la camilla de exploración. A continuación, podría apretar el músculo de la pantorrilla para ver si el pie se flexiona automáticamente. Si no es así, probablemente tengas roto el tendón de Aquiles.
Si hay alguna duda acerca de la extensión de la lesión en el tendón de Aquiles (si está parcial o totalmente roto), es posible que el médico te pida una ecografía o una exploración por resonancia magnética. Estos procedimientos no provocan dolor y crean imágenes de los tejidos de tu cuerpo.
El tratamiento para la rotura del tendón de Aquiles depende de la edad, el nivel de actividad y la gravedad de la lesión. En general, las personas más jóvenes y activas, especialmente los deportistas, suelen elegir la cirugía para reparar el tendón de Aquiles cuando está totalmente roto, mientras que es más probable que las personas mayores elijan el tratamiento no quirúrgico.
Sin embargo, estudios recientes han demostrado que ambos tratamientos son igualmente efectivos.
Este enfoque generalmente supone:
Con este tratamiento no quirúrgico, evitas el riesgo asociado con la cirugía, como una infección.
No obstante, un enfoque no quirúrgico podría aumentar las probabilidades de que se vuelva a romper, por lo que la recuperación puede tardar más; aunque algunos estudios recientes muestran resultados favorables en personas que usaron tratamientos no quirúrgicos y comenzaron la rehabilitación con peso en forma temprana.
Por lo general, el procedimiento implica realizar una incisión en la parte inferior de la pierna y volver a unir el tendón desgarrado por medio de puntadas. Según el estado del tejido desgarrado, la reparación se podría reforzar con otros tendones.
Las complicaciones pueden comprender infecciones y lesión a los nervios. Los procedimientos mínimamente invasivos reducen las tasas de infección en comparación con las de los procedimientos abiertos.
Después de cualquier tratamiento, realizarás ejercicios de fisioterapia para fortalecer los músculos de la pierna y el tendón de Aquiles. La mayoría de las personas recupera su nivel de actividad normal en un período de cuatro a seis meses. Es importante continuar con el entrenamiento de fuerza y estabilidad posteriormente, dado que algunos problemas pueden persistir hasta por un año.
Un tipo de rehabilitación que se conoce como «rehabilitación funcional» también se centra en la coordinación de las partes del cuerpo y el movimiento. El objetivo es que recuperes tu mayor nivel de desempeño, como deportista o en la vida diaria.
En un estudio de revisión se concluyó que, si tienes acceso a la rehabilitación funcional, puedes obtener resultados igualmente buenos con el tratamiento no quirúrgico que con la cirugía. Se necesitan más estudios.
La rehabilitación después del tratamiento, quirúrgico o no quirúrgico, también tiende a lograr que se recupere el movimiento más pronto y se progrese más rápido. También se están llevando a cabo estudios en este campo.
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